Uno de los principales objetivos de las políticas (comerciales) de la administración Trump es volverse menos dependiente de China, pero la implementación de políticas está mal alineada con los objetivos generales y es demasiado errática. La guerra comercial perjudica a todos, pero perjudica más a EE.UU. que a otros grandes actores económicos. El precio de la desvinculación de China es más alto que solo la inflación: EE.UU. corre el riesgo de perder el control del sistema financiero global, señala el economista de ABN AMRO, Rogier Quaedvlieg.
"Trump y sus asesores han planteado en diferentes momentos tres objetivos aparentes de esta guerra comercial: reubicar la manufactura, aumentar los ingresos para disminuir el déficit y obtener mejores acuerdos (comerciales). Si el objetivo es traer de vuelta la manufactura a EE.UU. a través de políticas arancelarias, querrías ofrecer incentivos claros para que las empresas inviertan. La administración Trump ha hecho lo contrario, con cambios de políticas erráticos y rápidos, reversiones frecuentes y retrasos."
"Los desarrollos recientes apuntan a una creciente evidencia de que los principales socios comerciales de EE.UU., y particularmente China, tienen la ventaja. La mayoría de los cambios recientes en la política arancelaria fueron deshacer aranceles previamente aplicados, forzados por los mercados financieros (en particular, los del Tesoro) y el miedo a un choque inflacionario en los bienes de consumo. China respondió porque creía que perjudicaría más a EE.UU. que a sí misma."
"Finalmente, mientras China controla la manufactura global, EE.UU. controla el sistema financiero global. Al intentar traer de vuelta la manufactura y reducir su dependencia de China, EE.UU. está destruyendo su reputación y corre el riesgo de perder su dominio del sistema financiero, quizás incluso a favor de China. Los aranceles pueden deshacerse rápidamente, pero recuperar la confianza del mundo llevará mucho más tiempo."