El Departamento de Eficiencia Gubernamental de EE. UU. (DOGE) se enfrenta al menos a tres demandas que ya se han presentado en su contra.
Las demandas alegan que el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” del multimillonario Elon Musk viola la Ley del Comité Asesor Federal (FACA). La ley de 1972 que regula los comités asesores gubernamentales garantiza la transparencia y la rendición de cuentas dentro de ellos.
La reputación de Trump de ignorar las normas, junto con el hábito de la industria tecnológica de “actuar rápido y romper cosas”, significa que estos desafíos legales a DOGE, e incluso a la administración en general, podrían tener dificultades para encontrar aceptación.
Las tres demandas contra DOGE se presentaron el 20 de enero, el día en que Trump tomó juramento. Los reclamos legales surgen de la posición de que DOGE, un organismo asesor recién formado, opera fuera de las limitaciones de la FACA, una ley aprobada en 1972 para regular la número cada vez mayor de órganos consultivos gubernamentales.
La FACA requiere reuniones abiertas, representación equilibrada y documentación exhaustiva, todo lo cual, según los demandantes, DOGE no ha cumplido.
La situación es apasionante por la velocidad a la que avanza la administración Trump. No se trata sólo de querer 'romper cosas'. Se trata de elegir un curso de acción rápido y decisivo en un gobierno que se caracteriza por su lentitud.
Los problemas legales de DOGE ofrecen un choque ideológico más amplio. Una cosa es segura: Musk y los otros magnates de la tecnología que ingresan a la política tienen un historial de actuar con rapidez, sin preocuparse demasiado por la burocracia. Desde los vehículos eléctricos hasta la exploración espacial, esta cultura de “moverse rápido y romper cosas” ha sido un sello distintivo de Silicon Valley.
Pero esto es política, que viene acompañada de enormes cantidades de inercia típica de la antigua burocracia de Washington.
Aaron Brogan, abogado especializado en regulación de tecnología y criptomonedas, señala que las acciones oficiales están obstaculizadas por cientos de años de burocracia esclerótica y procesos obligatorios.
El enfoque rápido y tecnológico de Musk pronto podría competir con los métodos de Washington. El problema es que los desafíos legales tardan en resolverse y, sin una orden judicial inmediata, DOGE puede seguir funcionando como quiera durante meses antes de que los tribunales puedan detenerlo.
Pero aquí hay más en juego. Si la administración puede mantener la lucha legal el tiempo suficiente, es posible que pueda eludir el marco legal por completo. De manera similar a cómo el dent Andrew Jackson defi una vez el fallo de la Corte Suprema sobre los derechos territoriales de los nativos americanos, Trump podría simplemente optar por ignorar los fallos judiciales que no le gustan. Es una táctica audaz y sólo el tiempo dirá si funcionará.
Las tres demandas dirigidas a DOGE se presentaron en el Tribunal de Distrito de EE. UU. para el Distrito de Columbia. Sin embargo, hasta el 22 de enero, ninguno contenía un interdicto o una orden de restricción contra la agencia.
Por lo tanto, DOGE funcionará normalmente hasta que se resuelvan los desafíos legales, lo que le dará tiempo a la administración para impulsar su agenda.
Los demandantes en el caso argumentan que DOGE tiene una gran influencia en la industria tecnológica y, como tal, no cumple con el requisito de la FACA de contar con comités asesores “bastante equilibrados”. No hay representación en el comité para los trabajadores federales que se verán afectados por las reformas propuestas, como los despidos.
DOGE espera realizar algunos cambios significativos. Aun así, los demandantes argumentan que esos cambios son inherentemente sesgados si no hay una representación adecuada.
El fallo del tribunal podría convertirse en otro frente de batalla de guerra cultural entre Silicon Valley y Washington, con interpretaciones legales como eje.
Quizás el aspecto más revelador de esta saga legal sea el choque entre la impaciencia de la industria tecnológica y la lenta burocracia de Washington.
Andrew Rossow, abogado de medios digitales, sugiere que la mentalidad de “moverse rápido y romper cosas” podría resultar contraproducente si DOGE no cumple con los requisitos de transparencia de la FACA.
Rossow dice que la ley se aprobó para garantizar que los consejos asesores gubernamentales no se utilicen para ejercer una “influencia indebida”. Es difícil ver cómo DOGE puede funcionar sin seguir estas reglas, pero la administración Trump aún podría intentar impulsarlo.
Si DOGE y su liderazgo impulsado por la tecnología no participan en un enfrentamiento constitucional, entonces tendrán que conciliar su deseo de "perturbar" con la responsabilidad que exige la FACA.